La Extremeña celebra el 25 aniversario de su apertura
En este año el establecimiento herrereño conmemora 25 años desde su fundación.
María Dolores Carpio
Viernes, 20 de noviembre 2015, 16:56
En la primavera del año 90, la panadería la Extremeña abría sus puertas en Herrera del Duque. Fueron unos comienzos duros pero ilusionantes para los tres socios que entonces fundaron la empresa: Pedro Barba, Manuel Muñoz y Gonzalo Romero. Sin ninguna subvención, a través de préstamos y la ayuda de sus familiares, sobre todo las madres, Isabel Juarez, Encarnación Casas Roncero, Rosario Casco Barco y Paula Carpio Mijarra.
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La panadería y el despacho se edificaron en el terreno de una casa vieja en la calle Mendizabal. Allí instalaron el horno de gasoil y luz, teniendo que pasar por la época en la que se iban la luz y el agua en la localidad y enfrentándose a la responsabilidad de sacar el pan de cada día.
Comenzaron repartiendo el pan en Herrera y Peloche y a continuación se fue ampliando a los otros pueblos de La Siberia hasta llegar a Cáceres y algunos de Castilla la Mancha, siendo los primeros en vender su producto envasado y en tiendas de alimentación con el registro sanitario correspondiente. Fueron también los pioneros en elaborar pan integral. Pero como no solo de pan vive el hombre, desde el principio fue también pastelería a cargo de Maribel Sanandrés y Consoli Barba. Su producto estrella siempre ha sido la candelilla; los primeros años entre todos la hacían a mano, hilando las tiras que luego se freían y envolvían con miel. Las recetas de los dulces, las de toda la vida, recogidas por ellas de madres y abuelas; al principio costó tirar varias masas hasta dar con la adecuada. Además elaboraron desde el principio los dulces típicos del pueblo: mantecados de cajón, galletas, rosquillas de yema, almendradillo, sepulturas, bizcochos y magdalenas de latilla. En las fechas clave, la chaquetías y tortas de bizcocho y más recientes los roscones de reyes.
Se introdujeron en la repostería con las tartas para bodas y celebraciones y dirigido a las familias, las tartas de cumpleaños; en los años 90 se hacían en casa y los niños no tenían una tarta como los de la capital, nos cuenta Maribel, así que innovaron en este servicio para los pueblos a los que surtían entonces.
Siempre han tenido presente a la virgen de Consolación y cada año en Jubileo le ofrecen la candelilla que luego subastan. Animan a sus hijos para que esta costumbre continúe. Este año precisamente la ofrenda ha sido especial por el 25 aniversario.
Hace 8 años se incorporó la segunda generación de trabajadores con Abel Barba y Mario Muñoz que han crecido con el olor a pan y azúcar a su alrededor y con el gusanillo del trabajo de la empresa de sus padres.
Se han enfrentado a unos años de crisis que nos dicen han sido duros, pero de nuevo la gente demanda más producto extremeño, de la tierra. Siguen haciendo el pan-pan, el de siempre, pero se han adaptado al mercado con la incorporación de las baguettes y la chapata. Los dulces siguen siendo los mismos aunque con otros formatos adaptados al consumo y una mejor presentación, ya que se reparten en tiendas de productos típicos de toda España, destacando Madrid y Ciudad Real.
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Decir La Extremeña es rememorar esos olores de pan de pueblo, de sabores dulces que son nuestros, inspirados en la tradición gastronómica trsnsmitida por generaciones. También es reconocer a los trabajadores que han luchado porque ese producto salga fuera de la Siberia y de Extremadura, se conozca y se consuma. Esfuerzo de madrugones, de mañanas haciendo masas, de ruidos de latas, de viajes por carreteras peligrosas. Esfuerzo por instalar la modernidad y el progreso en un trabajo de siempre con el mismo toque tradicional, pero mirando al futuro.
Porque 25 años son dignos de celebrar para una empresa cuya presencia está instalada en nuestra comarca y para los consumidores que pueden seguir degustando sus productos.
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